CIENCIA Y SALUD


Comemos, bebemos y respiramos plástico. ¡Pongamos un freno al círculo tóxico!
Por: Larisa de Orbe1
- Instituto Nacional de Salud Pública, Dirección de Salud Ambiental
Hoy en día el plástico está presente en prácticamente todos los aspectos de nuestra vida: en los alimentos que consumimos en el agua que bebemos e incluso en el aire que respiramos. Esta alarmante realidad fue plasmada por el Dr. Marcos Orellana, Relator Especial de la ONU sobre Derechos Humanos, Sustancias y Desechos Peligrosos, en su informe de 2021, en el que describe cómo cada etapa del ciclo del plástico —desde la extracción de petróleo y gas hasta la producción, transporte, uso y disposición final— vulnera los derechos humanos.
El plástico se ha convertido en una amenaza a la salud, el medio ambiente y al bienestar de comunidades enteras, especialmente las más vulnerables. De todo el plástico producido en el siglo XX aún queda rastro en el ambiente y se sigue acumulando. Un informe reciente de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) advierte que, de continuar con las tendencias actuales, el uso de plásticos se triplicará hacia 2060, especialmente en productos desechables o de un solo uso.
La falsa promesa del reciclaje del plástico
Aunque durante décadas se nos ha dicho que reciclar es la solución al problema, la realidad es más compleja y preocupante. El reciclaje está lejos de ser una respuesta suficiente, pues de toda la producción mundial de plásticos solo alcanza el 9%. Además, en el proceso se liberan microplásticos y se transfieren sustancias químicas peligrosas a nuevos productos de baja calidad que continúan exponiendo a las/os consumidores, a las/os trabajadores de las fábricas, a las/os recolectores informales de residuos y a las comunidades que viven cerca de los centros de producción y disposición final.
El alto costo económico del reciclaje y la facilidad para producir plástico virgen hacen que la economía mundial continúe favoreciendo modelos de producción insostenibles, trasladando las consecuencias a las poblaciones más desprotegidas como las que habitan en las zonas industriales en las que se fabrican estos productos.
La triple crisis ambiental
La contaminación plástica es parte de lo que la ONU ha llamado la “triple crisis ambiental global”, junto con el cambio climático y la pérdida de biodiversidad. Durante su producción, uso y desecho, los plásticos liberan al ambiente sustancias tóxicas que afectan el aire, el agua y el suelo, con efectos directos sobre la salud humana y la de los ecosistemas.

Estos impactos no son abstractos. Numerosas investigaciones han documentado cómo los microplásticos están relacionados con enfermedades respiratorias, incluido daño en el tejido pulmonar y la inflamación crónica, que puede aumentar el riesgo de enfermedades respiratorias como el asma y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC). Además los aditivos químicos presentes en los plásticos que migran al agua y a los alimentos pueden producir alteraciones hormonales, daños neurológicos e incluso cáncer. El problema no distingue fronteras: desde zonas urbanas densamente pobladas hasta regiones indígenas remotas, nadie está completamente a salvo.
La magnitud de este desafío ha llevado a la comunidad internacional a reconocer la necesidad urgente de una acción global coordinada.
Un tratado global en camino
Reconociendo la gravedad de la situación, en 2022, los Estados miembros de las Naciones Unidas acordaron iniciar la negociación de un tratado internacional jurídicamente vinculante para abordar la contaminación por plásticos. En un inició la meta fue tener el tratado listo para su firma este año 2025, tras cinco reuniones de negociación: la primera en Uruguay (diciembre de 2022), la segunda en Francia (mayo de 2023), la tercera en Kenia (noviembre de 2023), la cuarta en Canadá (abril de 2024) y la quinta en Corea del Sur (noviembre de 2024). Sin embargo, durante esta última reunión no se logró culminar el proceso.
Actualmente se cuenta con un texto borrador del Tratado (puede ser consultado a través de este enlace, el cual será la base para la próxima negociación que se llevará a cabo en Ginebra Suiza en agosto de este año 2025.
Más allá de la redacción legal, el proceso de negociación refleja una intensa disputa de intereses: mientras organizaciones de la sociedad civil, comunidad científica, pueblos indígenas y comunidades afectadas están luchando porque el tratado proteja la salud humana y el ambiente bajo un enfoque de justicia ambiental y de derechos humanos, la industria del plástico y sus organizaciones aliadas presionan para promover falsas soluciones bajo el paraguas de una supuesta economía circular, como la incineración o el reciclaje químico, mecanismos que perpetúan y agravan el problema en lugar de resolverlo.

Marcha contra los plásticos en Nairobi durante la tercera reunión de negociación: las comunidades alzan la voz para defender su derecho a la salud y a un ambiente sano. Foto: James Wakibia
Derechos humanos en el centro de la discusión
La Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos ha enfatizado la necesidad de que el tratado incorpore explícitamente un enfoque de derechos humanos. Ana Paula de Souza, representante de esta oficina, ha señalado que el reconocimiento de los derechos humanos en el tratado dotaría a la ciudadanía de herramientas fundamentales para exigir la rendición de cuentas a industrias contaminantes y gobiernos.
Además, destaca que los Estados tienen la obligación de garantizar el acceso a la información sobre los peligros químicos de los plásticos a lo largo de todo su ciclo de vida, mientras que las empresas tienen la responsabilidad de actuar con la debida diligencia para prevenir daños.
En este contexto, plantear la reducción de la producción de plásticos innecesarios y la inclusión de principios como la Justicia Ambiental, el principio precautorio, el principio de no regresión y el enfoque de Una Sola Salud (One Health), que reconoce la interconexión entre la salud humana, animal y ambiental, son claves para un tratado verdaderamente transformador.
La participación de México y la región
En México, diversas organizaciones de la sociedad civil en coordinación con otras de la región Latinoamericana y del Caribe que forman parte de la Alianza Global para alternativas a la incineración (GAIA, por sus siglas en inglés) han participado activamente en el seguimiento de las negociaciones del tratado y han impulsado propuestas concretas para garantizar que éste contemple:

Terminar con la contaminación plástica no será fácil. Se requerirá una transformación profunda de la forma en que producimos, consumimos y gestionamos nuestros residuos. Pero también sabemos que no es imposible.
Un llamado a la acción
La contaminación plástica vulnera derechos fundamentales: a la salud, a un ambiente sano, al agua, a la alimentación, a la vida y a la paz. Combatirla no es solo una cuestión ambiental, es una cuestión de justicia social y de derechos humanos.
Para lograr cambios reales, necesitamos la voluntad política de los gobiernos, la responsabilidad de las empresas y, sobre todo, la participación de la ciudadanía.
Tenemos el derecho a un futuro libre de plásticos tóxicos. Rechacemos en nuestra vida diaria el uso del plástico y exijamos a las empresas que nos brindan otras alternativas.Nuestra salud, nuestros ecosistemas y las generaciones futuras nos lo agradecerán.
Referencias
- Naciones Unidas. (2021). Informe del Secretario General sobre la situación en Afganistán y sus implicaciones para la paz y la seguridad internacionales (A/76/207). https://docs.un.org/es/A/76/207
- OCDE. (2022, 3 de junio). Global plastic waste is set to almost triple by 2060. https://www.oecd.org/en/about/news/press-releases/2022/06/global-plastic-waste-set-to-almost-triple-by-2060.html