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Experiencias adversas en la infancia, ¿Qué son y por qué debemos estudiarlas más?
Por: Jocelyn Jaen1
1Centro de Investigación en Salud Poblacional, Instituto Nacional de Salud Pública
¿A qué nos referimos cuando hablamos de experiencias adversas en la infancia?
El término de Experiencias Adversas en la Infancia (EAI) engloba una diversidad de situaciones que comparten la característica de generar un estrés significativo durante la etapa de la infancia, la cual abarca desde el nacimiento hasta los 18 años. Las categorías más comunes de EAI incluyen el abuso, la negligencia y la disfunción en el hogar.
Cuando nos referimos al abuso, hablamos de acciones deliberadas por parte de un adulto, especialmente padres o cuidadores que, aunque no busquen causar daño, resultan en consecuencias perjudiciales para las y los niños. Esto abarca desde el abuso físico (como golpear o patear) hasta el abuso psicológico (incluyendo insultos y menosprecio) y el abuso sexual (que involucra tocar partes íntimas o mantener relaciones sexuales).
En el caso de la negligencia, se refiere a la falta de acciones destinadas a fomentar el desarrollo adecuado de los(as) niños(as), desde aspectos físicos –por ejemplo, una alimentación adecuada y atención médica– hasta emocionales –como la falta de atención y cuidado-.
Finalmente, la disfunción del hogar abarca situaciones que crean inestabilidad en el entorno familiar, dificultando que un(a) niño(a) perciba su hogar como un lugar seguro. Esto incluye la pérdida de un padre/madre (ya sea por abandono o divorcio), presenciar violencia en el hogar, la presencia de problemas de adicción (como alcohol o drogas) o enfermedades mentales por parte de los padres o cuidadores, así como la situación de tener a un miembro de la familia encarcelado.
¿Qué tan comunes son las EAI?
Figura 1. Prevalencia de EAI en países de América del Norte
Aunque la prevalencia de personas que informan haber experimentado al menos una Experiencia Adversa en la Infancia (EAI) varía según la ubicación, lamentablemente, estas experiencias son más comunes de lo que podríamos pensar. En lugares como Estados Unidos y Canadá, seis de cada diez adultos han declarado haber vivido al menos una de estas situaciones. En México, aunque no existen estimaciones nacionales sobre las EAI, un análisis realizado entre mujeres participantes del Estudio de la Salud de las Maestras (ESMaestras) –un estudio de seguimiento que involucra a más de 100,000 maestras y es llevado a cabo por investigadores del Instituto Nacional de Salud Pública– reveló que al igual que en Estados Unidos y Canadá, el 60% de ellas informó haber experimentado al menos una de estas experiencias adversas en su infacia.
¿Qué consecuencias tienen las EAI?
Las Experiencias Adversas en la Infancia no solo vulneran el derecho de los(as) niños(as) a un entorno propicio para su desarrollo físico y emocional, sino que también se ha constatado que pueden influir en etapas posteriores de la vida. Cuando los(as) niños(as) enfrentan estas experiencias, su cuerpo responde a niveles de estrés elevados y, dado que la infancia es crucial para el desarrollo, los cambios que ocurren en este período pueden perdurar hasta la adultez.
La exposición continua al estrés derivado de las EAI, conocido como estrés tóxico, puede provocar alteraciones en el desarrollo cerebral, afectando tanto su tamaño como su maduración. Estas alteraciones se han vinculado con el uso de sustancias nocivas para la salud, comportamientos sexuales riesgosos, autolesiones y limitada regulación emocional en la vida adulta.
Además de impactar la forma y función del cerebro, las EAI también afectan el bienestar psicológico de los(as) niños(as), influyendo en su autoestima, percepción personal y estrategias de afrontamiento frente a la adversidad. Estas estrategias, conocidas como mecanismos de afrontamiento, a menudo se asocian con prácticas perjudiciales para la salud, como el consumo de tabaco, alcohol y drogas ilícitas, creando no solamente riesgos para la persona afectada sino también para su entorno familiar.
No sorprende, entonces, que las EAI estén relacionadas con múltiples consecuencias negativas para la salud, incluyendo un mayor riesgo de obesidad, enfermedad cardiovascular y diabetes, desafíos significativos de salud pública en México. Los mecanismos que conectan las EAI con estas condiciones en la vida adulta están siendo investigados, pero se sugiere que los cambios en la estructura cerebral y los problemas psicológicos pueden influir en las decisiones alimenticias, promoviendo el consumo de alimentos poco saludables y contribuyendo al aumento de peso y problemas cardiovasculares, entre otros.
En el Instituto Nacional de Salud Pública, utilizando datos de participantes en el Estudio de la Salud de las Maestras (ESMaestras), estamos evaluando cómo estas experiencias adversas podrían haber afectado la dieta adulta y el estado de peso y grasa abdominal en la vida posterior. Este análisis es crucial para comprender la frecuencia, tipos y consecuencias de las EAI en México, proporcionando evidencia clave para implementar medidas que fomenten el crecimiento saludable de las y los niños.
En conclusión, comprender y abordar las Experiencias Adversas en la Infancia es esencial para promover el bienestar de las generaciones presentes y futuras. Estas vivencias no solo afectan el desarrollo físico y emocional durante la infancia, sino que también dejan huellas significativas en la salud y las decisiones de vida en la adultez. La investigación continua, como la que realizamos en el Instituto Nacional de Salud Pública, es crucial para desentrañar los impactos a largo plazo y diseñar estrategias efectivas de prevención y apoyo. Al conocer más sobre las EAI podemos trabajar junto con otros sectores de la sociedad para construir entornos más seguros y saludables para las infancias, fomentando un crecimiento que les permita alcanzar todo su potencial en las diferentes etapas de su vida.
Fuentes y referencias:
- Bhutta, Z. A., Bhavnani, S., Betancourt, T. S., Tomlinson, M., & Patel, V. (2023). Adverse childhood experiences and lifelong health. Nature Medicine, 29(7), 1639–1648. https://doi.org/10.1038/s41591-023-02426-0
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