CIENCIA Y SALUD


Habilidades para la vida: fundamentales para prevenir adicciones en adolescentes
Por: Aurelio Cruz Valdez(1), Sandra Concepción Gallegos Lecona1, Andrea Triana Ballina(1), Flor de María García Paz(1), Wendy Marisol Orzua de la Fuente(1)
- Subdirección de Apoyo Académico, Centro de Investigación en Salud Poblacional, INSP.
La adolescencia representa un periodo crucial en el que muchas y muchos jóvenes comienzan a experimentar con el consumo de sustancias como tabaco, alcohol y otras drogas. Este comportamiento, a menudo influenciado por múltiples factores de riesgo, subraya la necesidad de replantear las estrategias de prevención actuales, que no han alcanzado los resultados esperados.
Esta etapa de la vida es decisiva para la formación de hábitos que impactarán la salud a lo largo del tiempo. Tanto los hábitos positivos, que contribuyen al bienestar integral, como aquellos perjudiciales, incluyendo el consumo de sustancias, se adquieren durante la adolescencia y se consolidan durante la juventud, manifestándose posteriormente como problemas de salud en la edad adulta.
Frente a este panorama, es fundamental explorar enfoques innovadores, como el desarrollo de habilidades para la vida, que promuevan la adopción de comportamientos saludables y reduzcan los riesgos asociados al consumo de sustancias (figura 1).

Figura 1. Estadísticas de consumo de sustancias en México
El inicio del consumo de sustancias en la adolescencia está determinado por la interacción de factores de riesgo y la ausencia de factores protectores, los cuales influyen significativamente en la probabilidad de que este comportamiento se desarrolle. Estos determinantes pueden clasificarse en niveles individuales, familiares, comunitarios y estructurales (Figura 2), afectando las decisiones de las y los adolescentes y resaltando la importancia de adoptar un enfoque de curso de vida para abordar esta problemática.

Figura 2. Determinantes del consumo de sustancias en la adolescencia 2-6
El consumo de alcohol, por ejemplo, es frecuentemente utilizado como un medio para aliviar sentimientos de discriminación o rechazo, generar placer o enfrentar episodios de ansiedad y depresión.6 Estas circunstancias disminuyen la percepción de riesgo, que varía según la sustancia: suele ser menor para la marihuana en comparación con sustancias como cocaína, inhalables o heroína. Además, quienes consumen alcohol y tabaco a menudo perciben la aprobación de su entorno cercano, lo que refuerza estos comportamientos.
Estrategias para la prevención del consumo de sustancias en la adolescencia
El consumo de sustancias en adolescentes responde a una naturaleza multifactorial, lo que ha limitado el impacto de las estrategias de prevención convencionales. Influencias como los pares, los medios de comunicación, las redes sociales y los “influencers” desempeñan un papel significativo en la adopción de estos comportamientos.
Aunque identificar las edades críticas para el inicio del consumo permite diseñar intervenciones más focalizadas, es fundamental integrar los factores de riesgo y protectores en un abordaje preventivo integral.7 Las estrategias tradicionales, basadas en modelos de conocimiento o afectivos, han demostrado tener un éxito limitado. En contraste, los enfoques que consideran los entornos escolar, familiar y comunitario ofrecen mayores posibilidades de éxito, al promover contextos que reducen los riesgos asociados al consumo de sustancias.
Un modelo alternativo prometedor es el de influencia social, que fomenta comportamientos protectores y desarrolla actitudes y habilidades que permiten a las y los adolescentes resistir la presión social para consumir sustancias.
Desarrollo de habilidades para la vida como estrategia preventiva
Las habilidades para la vida son un conjunto de competencias transversales que capacitan a las personas para enfrentar los desafíos del día a día.8,9 Estas destrezas se adquieren y adaptan a lo largo de la vida, evolucionando según las circunstancias individuales.8,10-12
Aunque las habilidades pueden variar según el contexto cultural y social, existe un núcleo básico de competencias ampliamente reconocidas en las iniciativas de promoción de la salud y el bienestar de niñas, niños y adolescentes. Estas habilidades se agrupan en tres categorías principales: emocionales, sociales y cognitivas. Este enfoque no solo fortalece la capacidad de los jóvenes para enfrentar presiones externas, sino que también promueve su bienestar integral al dotarlos de herramientas clave para tomar decisiones responsables.

Figura 3. Clasificación de las habilidades para la vida
El enfoque de habilidades para la vida en la prevención del consumo de sustancias
El consumo de sustancias psicoactivas es una conducta influenciada por dinámicas sociales. Por ello, el enfoque basado en habilidades para la vida propone un abordaje integral que incluye la adquisición de conocimientos sobre estas sustancias, la resolución de problemas, el fortalecimiento del pensamiento crítico, la toma de decisiones, el manejo emocional, la comunicación efectiva y el establecimiento de objetivos.
Este modelo se centra en desarrollar habilidades intra e interpersonales que promuevan la autodisciplina, el respeto propio y hacia los demás, la confianza, la privacidad y la individualidad en las y los adolescentes. Además, fomenta la asunción de responsabilidades, el cumplimiento de obligaciones, la comunicación abierta y honesta, así como la capacidad de actuar con independencia.13
Las intervenciones basadas en este enfoque han demostrado ser más efectivas que la simple transmisión de información, ya que potencian la autogestión y la resistencia social ante situaciones de riesgo. Aunque estas estrategias han mostrado mejores resultados en la reducción del consumo de tabaco y marihuana, su impacto en el consumo de alcohol es menor debido a la aceptación cultural de esta sustancia.14
El rol de la escuela en la prevención desde el enfoque de habilidades para la vida
Las escuelas son espacios privilegiados para implementar estrategias preventivas, ya que permiten alcanzar a un gran número de adolescentes y actuar en etapas tempranas, antes de que se consoliden creencias y comportamientos relacionados con el consumo de sustancias. Además, los programas escolares pueden integrarse en un enfoque preventivo más amplio que fomente entornos positivos como determinantes clave para prevenir el consumo.13,15,16
El enfoque de habilidades para la vida en programas escolares enseña a las y los adolescentes a resistir las influencias sociales negativas, mientras mejora su conocimiento sobre el uso de sustancias y sus riesgos para la salud. Este modelo busca dotar a los jóvenes de herramientas para rechazar ofertas de consumo, resistir presiones externas, corregir percepciones erróneas y fortalecer competencias sociales y personales que los lleven a tomar decisiones informadas.13
La colaboración entre personal educativo, familias y adolescentes es indispensable para enfrentar este desafío. Promover programas que impulsen el desarrollo integral de las y los jóvenes, reconociendo su capacidad de agencia y su potencial para tomar decisiones responsables, es clave para prevenir el consumo de sustancias y fomentar su bienestar.

Fuentes:
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